Exposición en la que participa Antonio Guerra dentro de la Residencia Argui Aranzazu, Fundación Arantzazu Gaur, Vizcaya.
Hace unos meses os contábamos la apertura de la convocatoria Argi Arantzazu que con el lema ‘Paisaje e identidad’ ofrecía una residencia artística más exposición a dos autores. Pues bien, ha llegado el momento de ver los frutos de esta convocatoria que se enmarca en el Argi Festibala 2019, festival de fotografía contemporánea de Oñate (Gipuzkoa) a celebrar desde el 12 de abril al 12 de mayo.
Y aunque este evento tiene también otras actividades, sin duda la exposición de los dos fotógrafos elegidos cobra el protagonismo principal. Así, el singular Espacio Gandiaga acogerá la muestra a dúo de Elisa Gallego y Antonio Guerra con el trabajo resultante de la residencia que se llevó a cabo durante dos semanas junto a los comisarios Lurdes R. Basolí y Jon Cazenave.
Un trabajo que ofrece su visión sobre el tema de la construcción del paisaje, siguiendo la idea (marcada por la organización) de que “el paisaje no existe como espacio físico, sino que se convierte en una idea surgida a partir de la contemplación, la emoción y la interiorización de un lugar concreto”. A ese concepto los dos autores añaden que “el paisaje deja de ser un producto de la contemplación para ser pensado como algo que puede construirse”.
‘Maqueta de un paisaje’ es el nombre de la obra de Elisa Gallego, quien “propone usar la maqueta como herramienta de trabajo para materializar la idea-paisaje a escala reducida”. Para realizarlo, durante la residencia la autora recogió piedras y visitó a carpinteros y herreros haciendo acopio de madera y metal, e incluso llegó a fabricar su propio acero con el fin de disponerlo en varios rincones de Arantzazu construyendo paisajes efímeros.
Por su parte, el trabajo de Antonio Guerra se llama ‘Comportamiento para un simulacro’ y “plantea la fotografía como medio creador de una ilusión verdadera y el paisaje como una construcción social con capacidad ilusoria”. Para ello, el artista intentó llevar hasta las últimas consecuencias la relación del ser humano y la naturaleza, “usando la intervención y la escenificación para crear imágenes-escultura capaces de transformar la visión del entorno y redefinir su representación fotográfica”.
Además, ambos artistas recibieron el encargo de crear una pieza a dúo que recogiera su experiencia en Arantzazu y se decantaron por utilizar un pico de la fachada de la basílica que encontraron en un almacén durante una visita a las dependencias franciscanas. Trasladada al espacio expositivo y recolocada en posición horizontal, de esta “piedra icónica brota una montaña. Es ahí cuando los dos autores se desprenden de toda limitación impuesta por el medio e incorporan a esta exposición la identidad y el paisaje de Arantzazu de manera más libre. El paisaje construye con un simple gesto”.
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